Por Martín Benites Morales
A través de un mensaje a la Nación desde Palacio de Gobierno, el presidente Martín Vizcarra decretó el estado de emergencia nacional. Hecho que se vino rumureando desde la primeras horas de la tarde de ayer y que por fin pudo confirmarse a las 8 de la noche. Todo esto como respuesta a los 71 casos, hasta donde se escribe esta columna, confirmados del nuevo Coronavirus en el Perú.
Durante el mensaje, Vizcarra señaló que tomar esta decisión fue bastante dura y extrema. Y sí, suspender durante 15 días, corriendo desde hoy, el ejercicio de los derechos constitucionales relativos a la libertad y la seguridad personal, la inviolabilidad del domicilio, y la libertad de reunión y de tránsito en el territorio nacional, lo es.
Esta es una medida más, de las tantas que se han tomado desde el pasado jueves 6 en el que se confirmaron los primeros casos del Covid-19 en el Perú. Medidas con la mejor intención posible, pero que desencadenaron también la histeria colectiva en gran parte de la población peruana acaparando productos de primera necesidad tales como alimentos y artículos de limpieza.
Evidentemente, estás acciones son totalmente deplorables y muestran lo poco solidarios que somos entre nosotros. Sin embargo, también son producto de la desinformación que ha habido durante estos días. Se crean hashtags pidiendo que nos quedemos en nuestras casas, que no salgamos, pero nadie pudo crear uno que diga, por ejemplo, #NoHabráDesabastecimiento.
Incitamos a la calma, pero nuestras acciones no lo demuestran. Se han cerrado las fronteras, ¿Acaso los peruanos en el extranjero que pensaban regresar no van a estar preocupados?. Sólo personal de algunos centros de labores podrán ir a trabajar. ¿Se han preguntado de qué van a vivir en estos 15 días las personas cuya labor sólo puede hacerla de forma presencial? ¿En las personas que viven del día?
Vizcarra dijo que de no tomar estas medidas, las consecuencias serían peores para todos. No se ha dado cuenta que para algunos seguirá siendolo. Se puede garantizar alimentos, medicinas, agua, luz, saneamiento, gas, combustible, telefono, etcétera. Pero cómo pretende, señor presidente, que muchos peruanos costeen estas necesidades sin trabajar. Que alguien le diga que no es gratis.
En un país como el nuestro donde la informalidad laboral bajó apenas un punto porcentual el 2019 y llegó a 72%, se debería de pensar un poco más al momento de tomar una decisión tan importante. Y ni qué decir de la ambigüedad del mensaje de ayer, no hay duda que quedan interrogantes sin responder y muchas impresisiones.