Tamara Chubarovsky, pedagoga y experta desarrollo infantil, alerta en el Día Universal de Niño sobre los peligros del abuso de las pantallas en la evolución social, emocional y cognitiva de los más pequeños
La tecnología ha sido la tabla de salvación que ha permitido mantener, en mayor o menor medida, la actividad laboral y educativa durante un 2020 dominado por la pandemia. Pero también ha acentuado la dependencia digital de niños y adultos, un fenómeno con serias consecuencias en el desarrollo cognitivo, social y emocional de los menores, especialmente en los seis primeros años de vida. Este viernes 20 de noviembre se celebra el Día Universal del Niño, una jornada especialmente dedicada a proteger los derechos de todos los niños del mundo y una buena ocasión para recordar la importancia de promover una interacción sana con nuestros hijos, más allá de las pantallas.
Tamara Chubarovsky, terapeuta y pedagoga especializada en el método Waldorf, habla del síndrome del niño empantallado que ha podido percibir en su consulta: menores que apenas hablan y que no interactúan, que no fijan la mirada y que presentan una motricidad desordenada. Los problemas de aislamiento social o de concentración provocados por un abuso de los dispositivos digitales han llevado a expertos y organismos internacionales a alzar la voz de alarma: “Lo que realmente debemos promover es que los niños vuelvan a jugar. Se trata de potenciar el tiempo de juego activo en detrimento del tiempo dedicado a actividades sedentarias frente a las pantallas”, según la doctora Juana Willumsen, coordinadora de la Organización Mundial de la Salud para la obesidad infantil y la actividad física. Y si se trata de actividades sedentarias como leer, contar cuentos o hacer puzles, mejor que vayan acompañadas de una interacción del menor con su cuidador.
“En los últimos años, los niños están sometidos cada vez más pronto a las pantallas, así que se pierde lo básico que tiene que suceder en esa etapa de la vida: que puedan conectar con su cuerpo, interactuar con su entorno afectivo y conectar con la naturaleza, que es su entorno real”, advierte Chubarovsky. Para empezar, “porque los niños pequeños no pueden diferenciar entre lo que es real y lo que no: para ellos, lo que ven en una pantalla es real”, explica la experta, pero también “porque la hiperestimulación visual que perciben de las pantallas hará que cada vez les cueste más prestar atención a estímulos más simples, y que una hoja o un juguete normal les aburran”.
Muchos expertos recomiendan no ya el control, sino la eliminación de cualquier tipo de pantalla antes de los dos años, por las consecuencias negativas que pueden tener. “El lenguaje, por ejemplo, no se aprende a través de las pantallas, sino con la interacción directa con otros seres humanos; con educadores, con familia, con padres con los que hay una conexión afectiva”, sostiene Chubarovsky. “Se trata de que los niños, en la etapa de cero a seis años, puedan desarrollar su lenguaje, porque es uno de los recursos más importantes que tenemos, y la base de todo nuestro desarrollo cognitivo, afectivo y comunicativo, de interacción social”. Hay, afirma, toda una brecha académica y social que tiene como núcleo el desarrollo del lenguaje, y este se ve muy afectado por las pantallas.
Se trata, en esencia, de poner en relieve cuáles son las verdaderas interacciones del menor. “Con una pantalla no puede interactuar de verdad. Para que haya una buena comunicación, también es necesario que se dé un verdadero feedback de leer entre líneas, de percibir a nivel emocional lo que el otro me quiere decir, ya sea entre niños o con los adultos”, reflexiona la experta. “Pero la pantalla es tiempo perdido; y todas las habilidades sociales, cooperativas e interactivas, están ausentes”.
Credito: Peru21
Andrea S