LA LLEGADA DEL FÚTBOL AL PERÚ
📷 Ilustración: Diario Líbero
✍ Artículo: Bruno López Torres
Los diarios “El Nacional”, “El Callao” y “La Opinión Nacional” eran recibidos como pan crocante por los pobladores limeños en el húmedo invierno de 1892, en sus páginas se había anunciado la celebración de un hecho inédito para la época.
Un duelo en la cancha de Santa Sofía (donde hoy se encuentra el hospital Almenara, Av. Grau), la fecha pactada era el 7 de agosto, los protagonistas: limeños y chalacos. No había que pelear a puño limpio, tampoco se trataba del típico juego vicioso del azar, característico del período, sino algo más saludable y entretenido: correr en un campo y pegarle a un balón.
Alberto Cajas en “El Fútbol Asociado”(edición 1951) mencionaba que en ese tiempo era sumamente difícil encontrar una pelota en el Perú, por lo que “la redonda” tuvo que ser pedida a Chile, quien dio una mano y salvó la fiesta. Se llamaban balones de tiento, no eran esferas perfectas como las que conocemos hoy, daban un bote desigual y el cuero, material del que estaban confeccionadas no era muy suave que digamos, esto nos hace imaginar que la sensación de un testarazo se asimilaba al de cabecear una sandía. Lamentablemente no se han encontrado testigos que nos digan ¿cómo terminó ese partido?, ¿cuánto tiempo duró? o ¿cuántas huachas hubieron?, sin embargo, aquel encuentro generó que limeños y chalacos se miren con ojos de fuego, deportivamente hablando: una nueva rivalidad había dado a luz.
Balón de tiento / Pic: Sialdeporte.com
Cabe resaltar que antes de finales de la década ya se había practicado el fútbol en el Perú: Primero a raíz que Alejandro Garland, un joven estudiante peruano quien llevó su vida académica en Inglaterra, llegó al Perú a inicios de 1870 para rápidamente fomentar la práctica del arte del país de la Reina. Los partidos se jugaban en los terrenos aledaños al Palacio de la Exposición, Gardland llevaba en Europa libros en las manos y quiero pensar que volvió al Perú con una pelota en la maleta.
El otro factor de la llegada del fútbol fue la Revolución Industrial, una fase de transformación inglesa, el peruano no solo se enamoró de este deporte, sino que también adquirió comportamientos y costumbres del Reino Unido sin necesidad de decir “hello”. El inglés siempre tuvo el perfil del correcto, daba el ejemplo y no era papá, al que nacía inmoral lo deportaban, siempre llegaba hora exacta, (me acuerdo de Phileas Fogg en La vuelta al mundo en ochenta días): ni un poco temprano, ni muy tarde, por eso el meridiano pasa por Greenwich.
Perú era una cultura muy diferente, estaba la “astucia” criolla, donde el más vivo creía ser el mejor, y los juegos del azar eran el vicio no tecnológico. El afán del peruano de ser moderno y dejar el legado español, logró que además del fútbol también adquiera otras disciplinas que trajo Inglaterra, como el turf (hípica), cricket, tenis y atletismo, y con la obtención de los nuevos hábitos ya mencionados no cambió la esencia de su raza, pero enderezó en parte saludablemente su cultura.
José Gálvez revela en “Nuestra pequeña historia” que en 1859 se contaban 1397 peruanos residentes en nuestra capital. Pero ¿cuál fue la razón de la llegada de estos extranjeros? El Perú contaba con cuatro grandes innovaciones que seducían los ojos británicos: las vías de los nuevos ferrocarriles, la instalación de fábricas, la industrialización del guano y el derrumbamiento de las murallas coloniales que cercaban Lima.
En 1865 los ingleses formaron el primer club deportivo en el Perú: El Lima Cricket Club.
El deporte y otras actividadesen el país se vieron obligadas a detenerse durante la Guerra del Pacífico (1879-1883), la serenidad en la nación tardó pero finalmente volvió acompañada del fútbol con bandera blanca.
Lima, ciudad de los reyes. Foto tomada entre 1879-1880 por Juan Gunther Doering
Jorge Basadre, conocido como “El historiador de la República”, vio la luz del mundo por primera vez en la histórica ciudad de Tacna, el célebre narrador contaba que la primera constancia de un partido de fútbol en el Perú se llevó a cabo en 1892, fue Lima contra Callao y los jugadores eran peruanos e ingleses.
Inicialmente no era percibido como deporte, sino un pasatiempo, pero el más divertido del momento, nunca el peruano había corrido tan feliz, y menos tras una pelota, un aspecto positivo a resaltar fue que mucha gente empezó a practicar esta nueva sana actividad y dejaron de lado el vicio que invadía Lima: los juegos de azar. El fenómeno balompié golpeaba con fuerza la capital, el limeño coqueteaba con el balón y los ingleses no necesitaban pronunciar bien el español para interactuar con un peruano y pegarle a la pelota.
Llega 1897, estudiantes de los colegios Labarthe, Guadalupe y Convictorio peruano tienen la brillante idea de fundar el primer club para la práctica del fútbol en el Perú: el Association Football Club. Lima también contaba con otra sociedad que había sido instaurada un año antes en 1896, nació en Los Portales de La Plaza de Armas y fue bautizada oficialmente como Unión Ciclista Peruana (luego llamada Ciclista Lima), desde sus inicios sus miembros practicaban plenamente ciclismo y béisbol. ¿Y el fútbol? Todavía no se dibujaba en la pizarra.
A finales del siglo XIX los partidos en el Lima Cricket se jugaban con sombrero y traje, y es que era más importante la refinada indumentaria que unos buenos zapatos deportivos para meter goles, que para la época no era ni lo primordial, ni fácil de conseguir. ¿Cuánto quisiéramos tener la oportunidad de ver uno de esos partidos a plenitud?, no puedo ni pensar cómo se disputaban, quizás un juego físico más que táctico, un querer más que poder, no lo sabemos, lo que sí estamos seguros es que no existía ni “rabona” ni “bicicleta”, así que si intentabas piruetas con el cuero, o te tildaban de genio o terminabas fracturado.
Fue así que gracias a nuestros remotos partidarios ingleses y estudiantes peruanos, el país pudo descubrir esta hermosa obra de arte llamada fútbol, que hoy en día resulta indispensable en nuestras vidas, no hay domingo que no lo veamos, no hay semana que no lo juguemos, no hay día en el cual no lo pensemos.
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